Mascaroides en NY – ¿Quién teme al padre Leclerc?
Publicado el: 21/04/2016, por : Tillinghast
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APARTAMENTO 310
DEL HOTEL CHELSEA
Del 20 al 27 de febrero


El interés por los libros de Carlyle parecía haberse esfumado. NADIE en el grupo a excepción de Lee se preocupó por conseguirlos reteniendo al padre Leclerc, actual propietario de la extraña colección. El cura canadiense accedió a dejar el hotel donde se hospedaba para instalarse en la planta inferior del apartamento donde residían  Peterson y Sforza, en el Chelsea.  

Se barajó la idea de que Leclerc acompañara a alguna de las expediciones, fuera a Shangai o a Londres. Pero casi nadie confiaba en el quebequés después de que Harland descubriera aquel símbolo en su habitación. Ni siquiera la propia Lee, que sólo quería tener los libros a salvo. La excepción fue Peterson que teniéndolo de vecino, empezó a pasar tiempo con él.

Durante unos días, el fotógrafo intercambia impresiones con Leclerc sobre la nueva venida de un dios o dioses. También le dice estar convencido de que la humanidad no está preparada para tales acontecimientos, pero que el mundo tal y como lo conocemos desaparecerá. No le cuenta todo lo que sabe y ha vivido (de hecho es mucho lo que no recuerda), pero sobret todo comparte su experiencia sobre la Secta de el Crepúsculo de Plata.

Hay muchas verdades entre las sectas, pero parece que no se ponen de acuerdo en una sola… las vidas de las personas hay que cuidarlas y proteger de tales terrores, no todo el mundo está capacitado para conocer – asegura el fotógrafo.

A Leclerc no le soprende ni le inquieta todo lo que le cuenta Peterson. Es más, el cura canadiense le explica teorías e ideas más aterradoras y explícitas sobre los horrores que acechan a la humanidad. También le cuenta sus experiencias en Quebec y por todo el Canadá, combatiendo a vampiros o a sectarios de una deidad elefantina; encuentros con sasquatch y alienígenas fungiformes o diálogos con brujos de edades imposibles, entre otros misterios. De su trato con Carlyle y sus compañeros anteriores, no contaba nada, de momento.

Pasados unos días, Leclerc tomó a Peterson como un colega y a Lee como un aliado. La oriental velaba por la seguridad del quebequés con la ayuda de Aussie Spade, vigilando su apartamento y llamándole a horas convenidas para asegurarse de que todo iba bien. Siendo La Lengua Sangrienta de Nueva ork sólo una sucursal de la de Kenia, toda precaución era poca. De ahí que tanto a la mestiza como a Roy les diera permiso para acceder a los libros. 

Finalmente, Peterson no pudo resistir la tentación y, en una de sus charlas con Leclerc alrededor de una taza de té, de intentar sonsacarle información acerca de La expedición Carlyle 

Quisiera que me pusiera al tanto. Seguro que de sus tratos con la señorita Erica obtuvo algún detalle – dice Peterson –  Un buen amigo, Elías, murió buscando a la expedición y sus motivos. Y yo estoy buscando alguna pista sobre las intenciones que tenía dicho grupo, pues creo que el origen sectario puede estar por ese camino.

El cura calló durante un buen rato. Meditando si le respondía. Y si lo hacía, hasta donde podía explicar.

– Es un mistegio paga mí tambiéng – reconoce con tono muy serio mientras deja su taza en la mesilla – La investigasión que llevamos a cabo contgatados pog la Caglyle se centgaba en aveguiguag qué había de vegdad en las afigmasiones de usted y Chambegs sobge la supegvivensia de su hegmano. Pego sobgetodo estaba integuesada en los sectaguios que habían asaltado la mansión años atgás, cuando la muegte de la espedisión, intentando gobag pgesumiblemente los libgos que obgan en mi poderg. Ninguno supimos pogqué viajagon a Kenia, pego intuyo qué buscaba Rogeg Caglyle en Egipto. El único libgo que no me entgegó la Caglyle hablaba de una antigua gueligión, macgabgra y secreta pgesente en el Antiguo Egipto. La vida como un dios cgeo que se llama. Lo tiene Pogteg, cgeo. Guelata la expeguiensias de un soldado inglés del siglo XIX que entgó en contacto con dicha secta y sucumbió a ella. Guecuegdo que…

adoraban a un Fagaón Neggro.

CONTINUARÁ…

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